¿Cómo se hundió Quibi con casi 2.000 millones de inversión? Valida tu producto sin arruinarte
Descubre cómo esta plataforma de streaming desaparecida, puede enseñarnos una valiosa lección sobre cómo lanzar nuestros productos.
Historia de Quibi: el sueño de cambiar el entretenimiento móvil
Para entender la relevancia de la validación, primero hay que conocer un poco de la historia de Quibi. La plataforma de streaming fue fundada por Jeffrey Katzenberg, un importante productor de Hollywood, y Meg Whitman, ex-CEO de eBay y Hewlett Packard, así que el equipo detrás del proyecto parecía contar con la experiencia y los contactos necesarios para triunfar en la industria del entretenimiento. La idea era ofrecer series y contenidos de alta calidad con episodios de corta duración, diseñados exclusivamente para consumir en el móvil y “en cualquier momento”.
Sin embargo, tras su estreno en abril de 2020, Quibi tuvo dificultades para atraer y retener usuarios. Las descargas no alcanzaron las expectativas, los visionados se quedaron lejos de lo proyectado y, pese a todo el dinero invertido en marketing y producciones de renombre, la plataforma cerró sus puertas en octubre de ese mismo año. ¿Cómo es posible que, con tanto talento y recursos, el proyecto se viniera abajo tan rápido? Si analizamos el caso con detenimiento, veremos que muchas de las razones están directamente relacionadas con una falta de validación adecuada y con la calidad del contenido frente a otros competidores consolidados.
Un presupuesto gigante sin pruebas sólidas
Quibi recaudó cerca de 1.800 millones de dólares (casi 2.000 millones, en cifras redondeadas) y, a pesar de esta inversión asombrosa, no consiguió enganchar al público. Jeffrey Katzenberg comentó varias veces que confiaba en que la plataforma encajaría en las rutinas diarias de las personas, sobre todo en trayectos y momentos de espera. La realidad fue bastante distinta. En su primera semana, Quibi alcanzó alrededor de 910.000 descargas en Estados Unidos, cuando su meta era superar varios millones de usuarios en el mismo periodo. La proporción de suscriptores de pago era aún menor, porque muchos abandonaban el servicio justo después de terminar el periodo de prueba gratuito.
Mientras tanto, Quibi gastaba cifras millonarias en marketing. Se habla de decenas de millones de dólares destinados a anuncios y promociones para un público que no veía una razón clara para adoptar la plataforma. La pandemia también influyó, ya que gran parte de la estrategia dependía de que la gente estuviera fuera de casa y necesitara pequeños ratos de entretenimiento en el móvil. Cuando millones de personas empezaron a teletrabajar y pasaron más tiempo en sus hogares, ese supuesto escenario de uso perdió fuerza. Además, la competencia de Netflix, YouTube o TikTok siguió ofreciendo una enorme variedad de contenido sin costar un extra o con tarifas más atractivas.
El problema de no validar las necesidades reales del usuario
El punto crítico fue no comprobar antes de lanzarse si realmente existía un interés genuino por este tipo de contenido. Una plataforma con episodios de apenas diez minutos y un consumo estrictamente en formato vertical sonaba novedosa, pero Quibi no testeó a fondo si la gente estaría dispuesta a pagar por ello y a abandonar hábitos ya consolidados (Netflix, YouTube, TikTok). Además, la calidad de sus producciones no logró diferenciarse lo suficiente para competir con la oferta gigantesca de otros servicios: muchos usuarios no encontraron en Quibi esos contenidos “imperdibles” que justificaran otra suscripción más. Tampoco se profundizó en las circunstancias de uso de las personas, asumiendo que el escenario de “trayectos y pausas” era universal. Y, a la vez, se confió en el gran número de estrellas de Hollywood como reclamo diferencial, lo que no sirvió para compensar la falta de un catálogo suficientemente potente o distintivo.
Una validación previa habría sido tan sencilla como ofrecer un prototipo básico de la plataforma, con unas pocas producciones en distintos formatos, y mostrarla a un grupo representativo de usuarios para recabar opiniones reales. También habría sido recomendable fijarse en cómo respondían esos primeros testers a la idea de pagar por un catálogo muy limitado y con una línea editorial que no terminaba de destacar frente a la competencia. Si las métricas de uso y retención hubieran sido bajas, Quibi habría tenido la oportunidad de replantear su estrategia —incluso en cuanto a la calidad, variedad y duración de los contenidos— antes de invertir millones en más producciones y campañas de marketing.
¿Qué se podría haber hecho: lecciones para evitar un fracaso rápido?
Quibi apostó de golpe por grandes nombres, rodajes costosos y acuerdos cerrados con celebridades. Quizás, si en vez de eso se hubiera creado una versión reducida de la plataforma, con unos pocos programas de prueba, habría resultado más fácil analizar el comportamiento de la audiencia y preguntar directamente a los usuarios qué les gustaba, qué echaban en falta y si el contenido era lo bastante atractivo para pagar una suscripción. Con esa información, tal vez Quibi habría ofrecido la posibilidad de ver los contenidos en la televisión, propuesto episodios de distinta duración o incluso valorado un modelo freemium más competitivo en precio y catálogo.
El caso de Quibi contrasta con empresas como Dropbox, que empezó con un simple vídeo casi ficticio para ver la reacción de la gente en foros tecnológicos. Al ver el entusiasmo, invirtieron en la versión real de la carpeta en la nube. Otro ejemplo lo encontramos en Netflix, que en sus orígenes alquilaba DVDs por correo y fue ampliando su oferta tras observar el comportamiento de los usuarios. Spotify, por su parte, arrancó en un país pequeño como Suecia, revisó con cuidado la adopción del streaming musical y probó planes de suscripción antes de expandirse.
Cómo la falta de flexibilidad aceleró el cierre
Cuando los datos empezaron a mostrar que Quibi no despegaba, la empresa no reaccionó con la agilidad necesaria. Para entonces, había una cantidad enorme de dinero invertida en producciones diseñadas para el formato vertical, y los contratos con grandes estrellas no podían romperse sin penalizaciones millonarias. Cuando algunos usuarios pedían pantallas más grandes o precios más bajos, no había margen para cambiar el enfoque sin perder mucho de lo ya invertido. Además, el contenido no resultó lo bastante impactante en comparación con alternativas ya consolidadas.
Así, la plataforma cerró oficialmente en octubre de 2020. Ni los mejores contactos en Hollywood ni un presupuesto astronómico garantizan el éxito si no se han contrastado antes las hipótesis clave. El público no vio la necesidad de pagar por un producto tan limitado y con series que no despertaban la pasión esperada, y la situación de confinamientos y teletrabajo terminó de sentenciar los planes de Quibi.
La importancia de prototipar y pivotar a tiempo
La moraleja es clara: un proyecto, por muy innovador que parezca, necesita verificar de antemano que existe demanda real y que el contenido (o la propuesta) sea lo bastante valioso frente a la competencia. Crear un prototipo básico, mostrarlo a un número pequeño de usuarios y registrar sus reacciones puede ahorrarte una inversión desproporcionada y un sonado fracaso. El método Lean Startup insiste en construir, medir y aprender en ciclos rápidos, un proceso que permite descartar o ajustar ideas antes de apostar millones.
No significa que falte ambición, sino que hay que desarrollar una visión realista de lo que el mercado necesita. El público puede sorprenderte con peticiones o hábitos que no habías previsto. Si un prototipo fracasa en pequeño, siempre hay espacio para corregir, o incluso para explorar otras propuestas.
Conclusión: aprende de Quibi y evita los errores de la falta de validación
La historia de Quibi subraya la relevancia de validar, medir y aprender antes de realizar grandes desembolsos y lanzamientos a escala mundial. Ni el mejor equipo ni un presupuesto espectacular son suficientes si no has comprobado que tu producto encaja en la vida real de la gente y que tu oferta de contenido está a la altura de los competidores. Más vale destinar tiempo y recursos a observar cómo reaccionan tus usuarios en un escenario controlado, que lanzarte a lo grande con los ojos cerrados.
Si tienes una idea para un producto digital o un nuevo negocio, párate un momento a reflexionar sobre la experiencia de Quibi antes de dar ningún paso. Habla con tus potenciales usuarios, crea encuestas y realiza entrevistas con el objetivo de descubrir si de verdad existe un problema que merezca la pena resolver, y si la gente necesita que lo resuelvan.
Una vez confirmada esa necesidad, céntrate en diseñar una solución cuyo formato y calidad encajen con lo que tus usuarios realmente valoran, y analiza a fondo si estarían dispuestos a pagar un precio rentable para ti. No tengas miedo de realizar ajustes, aunque sean dolorosos, si ves que algo no funciona como esperabas.
Ten en cuenta también qué hace única tu idea frente a otras opciones del mercado. Así evitarás repetir la historia de Quibi y podrás acercarte al éxito de empresas como Dropbox, Netflix o Spotify, que validaron sus hipótesis y adaptaron sus productos a las auténticas demandas del público.
Libros recomendados para profundizar en la validación de ideas
El método Lean Startup, de Eric Ries, un clásico para aprender a construir prototipos y basar tus decisiones en datos.
The Mom Test, de Rob Fitzpatrick, ideal para entrevistas eficaces a clientes potenciales sin que te engañen con halagos vacíos.
Running Lean, de Ash Maurya, muy práctico para diseñar experimentos de validación y medir resultados con rapidez.
Cómo testar ideas de negocio, de David J. Bland y Alexander Osterwalder, centrado en un enfoque visual y herramientas para evaluar la viabilidad de diversas propuestas.
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